Ya había caído la tarde cuando el viejo Lorenzo y Samuel se habían pasado al patio de cemento detrás de la casa de Antonio y Laura, localizada al lado de la de Lorenzo. Muchos otros vecinos habían descendido de sus casas en el tope de la colina al oír la música. Nadie había planeado estar de fiesta hoy, pero la inspiración de los dos viejos amigos, tocando melodías típicas de la cultura Boricua, hacía imposible ignorar el momento. ̶ ̶ Este es Samuel ̶ ̶ Antonio seguía repitiendo a los que llegaban ̶ ̶ , un viejo amigo de Lorenzo, nacido y criado aquí. Un talento musical como su amigo.
Samuel saludaba a todo el que entraba con cortesía. Eran gente jóvenes del barrio, curiosos que venían a observar por si mismos cual era la causa del bullicio. Y el olor al asado de cabro era una tentación irresistible. Laura se acercó a su marido y le susurró al oído.
̶ ̶ El cabro que tenemos no nos da ni para la mitad de la gente que hay aquí.
Antonio la oyó sin mirarla, como procesando la información que su mujer le daba. Se había tomado varias cervezas y el no haber comido nada durante casi todo el día había incrementado el efecto del alcohol en él.
̶ ̶ Vamos a servirles a los músicos primero ̶ ̶ le dijo él, sin importarle de que alguien lo oyera ̶ ̶ . Después veremos.
Laura lo miró sonriéndose.
̶ ̶ Yo creo que de allí se acaba.
̶ ̶ Si no hay más, no hay más ̶ ̶ dijo Antonio ̶ ̶ .
̶ ̶ Se nos acabarán las visitas pero la música sigue.
Los dos se miraron y echaron una carcajada. Eran una pareja muy conocida en el barrio. No habían tenido hijos a pesar que llevaban diez años de casados. Sin embargo, formaban un matrimonio especial, algo notable para la época. Con la excepción de las horas de trabajo, no se le veía a uno sin el otro. Antonio no era hombre de barras, trabajaba para la empresa eléctrica arreglando las líneas de alto voltaje a cualquier hora que se le llamaba junto a un pequeño equipo de hombres de su misma integridad. Cuando terminaba una obra se regresaba a casa donde lo esperaba Laura, con un café o un plato de habichuelas con arroz, dependiendo de la hora. Cuando Antonio tomaba, lo hacía al lado de su esposa. Laura lo mimaba como un niño y los dos juntos daban la impresión de ser hermanos en vez de marido y mujer.
Laura se fue hasta el fogón que estaba al fondo del patio y con un cuchillo de cocinar y tenedor largo comenzó a tajear en partes la carne del cabro humante y aromática. Las colocó en una bandeja sobre la mesa a su lado.
̶ ̶ Ese cabro sí que huele delicioso ̶ ̶ dijo alguien entre la gente que se agrupaba en el patio ̶ ̶ .
̶ ̶ Desgraciadamente no nos alcanza para todos ̶ dijo Antonio ̶ . Vamos a servirles a los músicos a ver qué pasa. Hay mucha otra comida. Hasta yo me voy a quedar con las ganas de comer cabro.
̶ ̶ ¿Y qué pasó allí? ̶ ̶ preguntó el mismo joven ̶ ̶ . ¿Fue Laura que no supo medir bien la comida?
̶ ̶ Laura no tiene culpa de eso ̶ ̶ respondió Antonio ̶ ̶ . No puede medir lo que no tiene.
De pronto los músicos dejaron de tocar y la voz débil de Lorenzo los interrumpió.
̶ ̶ Antonio ̶ ̶ dijo Lorenzo ̶ ̶ , a mí no me sirvas cuervo. Tú sabes que con la diabetes yo no puedo comer carne.
̶ ̶ No se preocupe Lorenzo ̶ ̶ Laura dijo desde el fogón ̶ ̶ que ya yo le tengo preparada su comida aparte, ensalada de lechuga con aguacate y tomate. Antonio está de toma y no sabe lo que está hablando. El cabro es para Don Samuel.
̶ ̶ Hay un plato más de cabro para nosotros ̶ ̶ dijo uno de los visitantes riéndose.
Causó risa entre el resto de los presentes con su indirecta.
̶ ̶ Bueno, señoras y señores ̶ ̶ comenzó Laura, dirigiéndose al grupo ̶ ha sido una visita inesperada de un viejo amigo que nos ha venido a ver desde San Juan. Ya ustedes lo han conocido. Es Don Samuel Colón nacido y criado en San Sebastián. Hacía años que no nos visitaba y fue todo muy inesperado. Por eso hemos tenido que improvisar. Ustedes saben que para Antonio y yo es un gusto poder compartir. Francamente, no esperábamos esta concurrencia. El cabro que había lo cocinamos en honor a Samuel y aunque no es suficiente para todos hay muchas otras cosas que yo he preparado. Hice un arroz con gandules que si me permiten adularme yo misma, está por la maceta. También hay carne ripiada que hice y albóndigas, y muchas verduras. Me van a perdonar porque me quedé corta de cabro pero hay otras cosas que pueden merendar.
Los visitantes se pusieron de pie y la aplaudieron como si Laura hubiera sido un político postulándose para las elecciones. Su marido se paró y se dirigió a ella. La besó en la mejilla y levantando su cerveza con la mano derecha la declaró triunfante.
̶ ̶ ¡Esa es mi mujer! ̶ ̶ exclamó ̶ ̶ Una linda borinqueña que no sólo sabe cocinar pero también hablarle al público y salirse de un aprieto. En los próximos meses no se sorprendan si la ven tocándole las puertas y buscando votos para su campaña.
El grupo entero de visitantes echó una carcajada.