(I)
El Hogar de Mis Padres
(La Casa Paterna)
Mis recuerdos de ese día son como sombras. Estoy sentada en un pequeño banco de madera en nuestra casa. Es una casa de madera grande, con muchas habitaciones. Estoy sentada mirando, o sintiendo, tantas gentes a mi alrededor. No creo que les miraba, no recuerdo ninguna cara, o el color de sus vestidos, solo recuerdo el gran bulto que formaban. La gente camina lentamente a mi alrededor. Personas sin rostros o nombres, mucha gente triste, creo que estaban tristes pues de vez en cuando hacían un ruido como yo cuando me dolía la barriga. Caminan y hablan en voz baja. Alguien se detiene a acariciar mi cabeza.
Alguien me recoge y me sienta en su regazo y me habla. Alguien toma mi pequeña mano en la suya y camina conmigo a su lado, de una habitación a la otra. Cada habitación está llena de otras personas que susurran entre sí, y hacen ese ruido triste. Pero cuando pasábamos frente a la habitación de mis padres, no se detenían. Yo quería, pero no me atrevía. Nadie me llevo al dormitorio principal, el dormitorio de mis padres. Ahí dentro se escuchaba mucho ruido. Lloraban bien duro, como un niño con hambre. Yo tenía mucho miedo y apretaba la mano desconocida que me sostenía. No podía entender qué sucedía ahí dentro. Se escuchaba mucho ruido, como si personas enojadas golpearan el piso o la pared, no sé.
No podía encontrar a mi madre o mi padre. Yo buscaba sus caras en este gran bulto de gentes. Quería preguntarles, pero había mucho ruido. Tampoco podía encontrar mis hermanos. ¿Donde estaban ellos? ¿A lo mejor sentados en las piernas de otras personas, como me tomaron a mi? ¿Acariciándoles sus cabellos, susurrándoles en sus oídos? No sé qué sería lo que susurraban a nuestros oídos. A lo mejor palabras de consuelo.
Mario, Esperanza y Manasés eran mayores que yo, por lo que probablemente sabían lo que estaba ocurriendo. Y Felicia era sólo un bebé. Este día, este día que pesa tanto sobre mí a pesar de los tantos años que han pasado. Creo que nunca mis hermanos y yo hemos hablado de ese día, no sé por qué. Sin embargo, estoy segura de que este es el día en que nuestras vidas por siempre quedaron marcadas de una manera muy triste y sin regreso. El día en que nuestro padre murió.
El día que perdí a mi padre es el día en que empiezan mis recuerdos, mis memorias. Yo tenía tres años de edad. Mi padre tenía 33 años.
Mis recuerdos continúan en su forma extraña y sombría. Algunas sombras tienen más sombreado que otras, algunas son color de acero gris. Mario, Esperanza, Manasés, y Felicia caen en la gris y luego - Ni siquiera puedo distinguir sus contornos. Incluso Mamá no emerge desde el gris. No puedo verle, olerle, o sentirle como ella era de mujer joven