Inocente Traicion

Apenas recordaba mi pasado plagado de intrigas y traiciones hasta que Víctor empezó con su capricho. A pesar de su insistencia, he tratado de ignorarlo a él y a las penosas experiencias vividas allá que amenazan con resurgir en mi memoria. Pienso que si le sigo la corriente se le pasará su idea descabellada y podré recuperar la tranquilidad. Nuestro amor, hasta ahora desprovisto de egoísmo, afianza nuestras vidas. Me aterra pensar que nuestras relaciones cambien, que la traición nos aplaste otra vez como antaño.

Muy a mi pesar, sin embargo, el destino quiso que el pasado me golpeara en plena cara. Casi cuando creía que había vuelto a recuperar mi equilibrio, por puro azar, me encontré con el ex comandante de la Seguridad del Estado cubana, Carlos Pardo, en el vestíbulo del Fontainebleau Hilton en Miami Beach. Había ido a saludar a mis antiguos colegas del departamento de ventas donde trabajé hace años. Lo vi al bajar la escalera de mármol que va del mezzanine al lobby. En seguida identifiqué su inconfundible porte. Recuerdo que cuando lo conocí pensé que Pardo, con sus hermosas facciones y los ojos color del acero, debió haber sido modelo de alguna revista de moda masculina. Había conservado su físico a pesar de los años, solamente su pelo negro había sucumbido al tiempo y sus espesos

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cabellos tenían ahora el mismo color de los ojos.

Ante la visión de aquel "fantasma" del pasado, los recuerdos que había mantenido herméticos en un relegado rincón de mi memoria se despertaron en un instante escapando como polillas en busca de luz. Aunque consideré seguir de largo, finalmente venció mi curiosidad y decidí enfrentarme con Pardo.

Como atraído por mi mirada, él se volvió hacia la escalera. Por su expresión me di cuenta que no me reconoció en seguida, cosa lógica pues yo también había sucumbido al tiempo. Mi característica cabellera negra se había transformado en un moderno pelado y el color azabache se había convertido en canela con destellos dorados. A pesar de su primera reacción, al acercarme me reconoció y sonriendo se dirigió hacia mí.

--¡Vicky, qué sorpresa! ¡Qué bien estás! ¡Casi no has cambiado! --dijo usando mi antiguo nombre de guerra.

--Hola, Pardo. Vicky ya no existe, mi nombre es Tania. ¿No recuerdas? --dije yo seria--. Eres la última persona que imaginé encontrar aquí...--añadí--. ¿Cómo estás? --pregunté al fin sonriéndole.

--Perdona, Tania. Claro que recuerdo tu nombre. Estoy bien, en lo que cabe. Llegué hace dos meses. El cambio es brutal, sobre todo cuando no se domina bien el idioma. Todavía estoy sin trabajo --comentó desalentado mientras me miraba de arriba a abajo.

--Todos los comienzos son duros, hasta yo que tenía familia aquí y hablaba perfectamente el inglés me sentí terriblemente descentrada los primeros seis o siete meses. El trabajo fue lo que me ayudó a adaptarme.

--Es de madre estar sin trabajo --insistió.

--¿Por qué no me dejas invitarte a un trago? --sugerí--. Quizás te pueda ayudar.

No sabía qué sacaría con reanudar la relación con este ex comandante de Fidel Castro, pero mi instinto me decía que tenía que conversar más con Pardo. A lo mejor encontraría finalmente respuestas a tantos interrogantes que me habían atormentado durante años.

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--Vamos a sentarnos a la barra --añadí.

Pardo se veía cortado, era evidente que los papeles se habían invertido. Ahora era yo la figura dominante, ante mí tenía a un hombre humilde y derrotado. En aquel momento, Pardo era el que se mostraba inseguro; el que sentía miedo. No miedo a mí, por supuesto, el susto se lo producía su posición insignificante dentro del nuevo ambiente. Había perdido todo su poder, ahora, según él, estaba viviendo "en las entrañas del monstruo", sin trabajo y sin un centavo.

--¿Qué te trajo a Miami? --pregunté, aunque me imaginaba que su situación de oficial de la antigua Seguridad del Estado cubana había cambiado radicalmente con los cambios políticos en Cuba.

--Sabes que soy de la "vieja guardia" del Fidel. Los primeros en caer en desgracia fuimos los que éramos más leales. Aunque el nuevo gobierno me aseguró que no habría represalia, no quise arriesgarme y tomé un vuelo a Miami en cuanto pude. Aquí uno se disuelve entre la gente.

--¿Viniste solo, o con tu esposa?

--Solo.

Como no parecía con deseos de hablar sobre sí mismo, decidí aprovechar la oportunidad para hacerle yo las preguntas que ya me quemaban los labios. Le pedí que me contara detalles sobre mi episodio con la Seguridad cubana. Con naturalidad, empezó a empatarme las piezas del rompecabezas. Comenzó en el año 1966 cuando el jefe de la Seguridad del Estado, para quien Pardo trabajaba, buscaba un tipo de mujer que encajara en el ambiente de los diplomáticos que radicaban en La Habana.

--Resultaste la perfecta presa, Tania --confesó.

--Ya lo creo. En aquella época era muy joven e inocente, y estaba ansiosa por encontrarle algún sentido a la vida en una isla enloquecida por la revolución. Ustedes me reclutaron chantajeándome y me atraparon en una telaraña sofocante de intrigas y espionaje --le reproché. Inocente traición - Silvia Abarrategui - 5