¡–Claro que sí! Es la ciudad de mayor crecimiento en Oklahoma, quizás en el mundo entero. La ciudad es muy joven. Sólo comenzó en 1889 cuando iniciaron las carreras por los terrenos. Pero usted sabe en esos pocos años hemos crecido a casi 100,000. La gente cree que tenemos ahora 90,000 habitantes aquí en la ciudad; pero como dije más personas nuevas llegan todos los días–.
Mabel se quedó sin aliento. ¡Noventa mil personas! ¿Dónde estaría Papá entre tantos? ¿Voy a poder encontrar a Papá? Ella se estremeció ante la idea, y por un momento casi perdió la esperanza. Pero recordó que Dios había prometido que nunca la dejaría ni la abandonaría, y así repetía; Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
Mabel nunca se había subido a un carro eléctrico. Camino tan rápido que su cabeza le daba vueltas tratando de ver los edificios al pasar.
Antes de bajar del tranvía, le mostró al conductor la dirección de su Papá y le preguntó qué camino tomar. Siguiendo sus instrucciones; pronto estaba en la calle correcta. Caminando lentamente, leyó los números en las casas que tenían números. Iba en la dirección correcta, y muy pronto encontraría un número como el que estaba en la carta de su papá que sostenía firmemente en su mano.
¡Ahí está, en frente de mí! Ella se quedó sin aliento. Temblando de emoción, toco la puerta. Una mujer abrió y Mabel preguntó. ¿–Vive Simón Kelley aquí–?
–No, ya no vive aquí,– respondió la mujer. –Él vivía aquí, pero se trasladó la semana pasada. Dijo algo de que tenía que conseguir un lugar que tuviera su propia cocina, aquí sólo hay habitaciones para dormir–.
Mabel se tambaleó. Se sentía mareada.
¿–Estás bien–? Preguntó la mujer.
–Sí,– Mabel murmuró mientras luchaba para controlar sus lágrimas.
¡–Te ves como si hubieras visto una fantasma– !
Cuando Mabel se recuperó de la conmoción y finalmente pudo hablar, dijo lentamente, –¿Sabe a dónde se trasladó? He recorrido un largo camino para verlo. Él–él es mi–mi papá–.
La mujer vio que Mabel necesitaba ayuda. Se voltio gritando –Alfonzo, ¿Sabes dónde podría estar viviendo el Sr. Kelley–? Entonces regreso con instrucciones donde posiblemente podría encontrar a su papá–.
¿Cómo podría encontrar el sitio no conociendo la ciudad? Mabel caminaba en las calles que la mujer le había señalado, y citó de nuevo el texto de la Biblia, Puedo hacer todo en Cristo que me fortalece. Una y otra vez se cansó de llevar su maletero pesado que contenía todo lo que poseía. Estaba agradecida por la agarradera que Wallace, había hecho cuando lo ató firmemente con un cable nuevo. Por fin, se encontró en la otra casa, y preguntó, ¿–Vive Simón Kelley aquí–?´
–Perdone, ¿Quién dijo usted–? Preguntó la señora por la pó´uerta.
–Simón Kelley–.
–No, él no vive aquí. Nunca ha vivido aquí. Él podría ser el hombre que vino preguntando por un apartamento la semana pasada. ¿Cómo es–?
–Él es muy alto, y tiene cabello rubio y grueso–, contestó Mabel.
–Creo que podría haber sido él. Pero nunca regresó. Hay más cuartos al fin de esta calle. Tal vez usted lo encontrará allí–.
Mabel caminó en la dirección que la señora le había dicho. Estaba cansada y el camino parecía estar creciendo más a cada paso. Había dejado la ciudad de Magnum ayer, pero tuvo que esperar el próximo tren en la ciudad de Hobart y después cambiaron los trenes de nuevo en otro pueblo llamado Chickasha. Había sido una noche y un día bastante largo y solo había comido muy poco. Pasando junto a un restaurante, el aroma de la comida en el aire olía tan delicioso, pero el dolor en su corazón era peor que el hambre que sentía. Además, había la posibilidad de necesitar su dinero más adelante. ¡–Oh, papá, papá! gritó dentro de sí. ¿Dónde estás? He recorrido un largo camino–.
El gerente de los apartamentos al final de la calle no sabía nada de un hombre alto y rubio llamado Simón Kelley.
–Señor Jesús, por favor ayúdame–, Mabel oró mientras caminaba lentamente. –En una hora sería noche, y no tenía dinero para un hotel, y no conocía a nadie en esta ciudad tan grande. ¡Por favor, Señor, ayúdame a encontrar un lugar dónde quedarme por la noche¬–!
Exclamo ella ¡–La estación de tren! Me sentaré allí en un banco a pasar la noche–. Pero Mabel se había perdido completamente después de ir a todos los diferentes apartamentos. ¿–Dónde estaba la estación de tren–? dijo ella.
El tren eléctrico no andaba por esta calle en donde ahorita se encontraba. Pidió la dirección al primer extranjero que encontró y finalmente estaba en el camino de regreso a la estación. Llegando a la estación de trenes. Dejo caer al maletero pesado a un lado de sus pies adoloridos, y se dejó caer sobre un banco para descansar.
Mabel necesitaba valor, entonces sacó su Biblia y la abrió en los Salmos, y leyó, Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen... La misericordia del Señor es desde la eternidad sobre los que le temen, y su justicia sobre los hijos de los hijos. Se quedó dormida, y lo siguiente que Mabel supo fue que estaba despertando. Mirando a su alrededor, vio que la estación de tren estaba tranquila y vacía. Se dio cuenta de que el agente de viajes le echaba un vistazo determinado y luego al reloj. Finalmente, la llamó, –No hay más llegadas ni salidas esta noche. La estación se cierra en cinco minutos–.
Mabel se levantó dio un salto y corrió hacia el agente para hablar con él. –Perdóneme, Señor, No estaba esperando un tren.– le dijo llorando.
–Señorita, va tener que buscar una habitación para esta noche en otro lugar porque es hora de cerrar las puertas de la estación–. Dijo el agente.
–No tengo ningún lugar a donde irme, ni tampoco dinero–, protestó.
–Lo siento–, dijo el agente como si no le significara nada.
Mabel se salió lentamente a la noche oscura y escucho cuando la puerta se cerraba. Entonces las luces se apagaron y la estación estaba completamente oscura. Un sentimiento extraño se apoderó de ella mientras caminaba temerosamente por la calle sin tener a dónde ir y nadie a quien pedir ayuda.