Capítulo 13
En esto se desato sobre el lago una tormenta tan fuerte que las olas cubrían la barca. Pero Jesús se había dormido. Entonces sus discípulos fueron a despertarlo diciendo: ¡Señor, sálvanos nos estamos hundiendo! El les contesto: ¿Por qué tanto miedo? ¡Que poca fe tienen ustedes! Dicho esto se levanto y dio una orden al viento y al mar, y todo quedo completamente tranquilo. Mat.8-24-26. (LSB)
La experiencia que voy a compartir se llevó a cabo en Olmedo, Ecuador. Había sido delegada a realizar un curso de Biblia allí, para apoyar a las Hermanas Lauritas. Ellas eran muy conocidas por su compasión y trabajo con los más pobres de los pobres los indígenas. Para entonces COIM había incrementado, un grupo vivía en el Centro de la Mision Aguarico, en un edificio diferente al que primero viví allí.
Visité a mi familia en mi camino a Olmedo. Mi padre y mi hermana Mercedes estaban contentos que me han asignado este trabajo y querían acompañarme a Olmedo. Así mi papá pudo ver donde iba a permanecer por una par de semanas. Dijo: "al menos por un tiempo estará en la ciudad y dando un curso de Biblia." Olmedo es alrededor de una hora y media de Quito. Cuando vio el convento, comentó. "Este será un mejor lugar por lo menos tienen electricidad y agua potable." El edificio del convento era de ladrillo de dos pisos de estilo español junto a la gran iglesia, en el centro de la plaza en la ciudad.
Llegamos como a las cuatro de la tarde. En ese convento vivían cinco hermanas, incluyendo la superiora. Conversamos mientras que aprovechamos de algunos refrescos, que nos ofrecieron. Mi papa y Mercedes se regresaron con la garantía de que volverían a recogerme después de dos semanas.
El cambio de clima para mí fue muy drástico. Acostumbrada a vivir en el trópico, muy caliente y húmedo. Ahora en las altas montañas, donde el frio penetra hasta los huesos, me sentía congelarme.
Las hermanas me dieron información general acerca de las personas que viven allí. "Trabajamos con los indígenas muy pobres. También hay empresarios y personas de dinero aquí" fueron los comentarios de las Hermanas. Querían que entrenara algunos dirigentes sobre cómo evangelizar y difundir el Reino de Dios, a través de su palabra.
"Hay una cuestión importante." Las hermanas dijeron. "Esta ciudad se supone que es comunista. Hay algunos dirigentes en la localidad que no creen en Dios y no hemos sido capaces de llegar a ellos." Hice una nota mental de esto, para retomarlo cuando sea necesario.
Después de que comimos, oramos y tuvimos un poco de recreación, dijo la superior: "María Luisa debe estar cansada, si desea, puede irse a dormir." Tenía razón yo estaba agotada y con mucho frío. Les agradecí y exprese mi reconocimiento a las Hermanas por su hospitalidad junto con la promesa de que al día siguiente pasaríamos más tiempo, planificando el curso, discutiendo el orden del día, respondiendo a preguntas, organizando y decidiendo lo que era más importante para los que querían aprender en este estudio de Biblia.
Prontamente cepille mis dientes, lavé la cara y fui a la cama quedándome rápidamente dormida. Eran como 8: 30 pm, del 5 de marzo de 1987. Alrededor de las 9: 00p.m. sentí un tremendo temblor, me desperté preguntando lo que estaba sucediendo, había ruidos en la calle, una gran luz e inmediatamente una tremenda obscuridad. Todas las Hermanas corrimos, agarré mi poncho a la salida pero como íbamos bajando las gradas la superiora me lo tomo de las manos y yo me quede sólo en pijamas en ese frío.
Nos sentamos a orar y a pedirle a Dios fuerza y orientación en este tiempo de tribulación. Estaba tan cansada que podría apenas mantener mis ojos abiertos. La superiora sugirio " bajar los colchones a la sala y tratar de dormir algo, porque no tenemos ni idea de lo que será mañana." Me acosté y pronto me quedé dormida. Las Hermanas, dijeron, "¿cómo puede usted dormir?" Dos Hermanas se fueron a dormir en el coche. Las otras se quedaron conmigo en la sala de espera. A las 12: 00 am, repentinamente me despertó un grito, a cada lado de mis orejas. Las Hermanas se habían acurrucado una a cada lado y estaban durmiendo cuando sentimos el gran terremoto.
Era como si estuviéramos dentro de una licuadora. El ruido de la tierra fue estruendoso, sentí sacudones, agitando de arriba, abajo, hacia los lados y alrededor. Traté de levantarme, por más que lo intenté, no podía ponerme de pie. Después de lo que parecía una eternidad, la sacudida s