Puñaladas Al Corazón

Capitulo #1 Son las ocho de la noche nueve de junio del 2005, el día va perdiendo los últimos rayos de sol pronto la oscuridad reinará sobre el horizonte que me cobija. Pese a esta penumbra, la tarde se va convirtiendo en una de las más hermosas de mi vida, porque marcará un antes y un después de todo lo que he vivido. Decía Juan Ignacio sentado en una silla en el balcón de su apartamento, mirando el sol ocultarse por las colinas de los verdes árboles. Sintiendo un poco de frío decidió pasar a su recamara y por casualidad se miró frente al espejo, al cual nunca le había prestado atención en días anteriores, pero esta vez todo es diferente, de pie y sin camisa al ver el reflejo de su cuerpo desnudo frente al espejo, decidió volver y prestarle más atención. Suavemente pasó su mano por sus mejillas y se dijo a sí mismo: Estoy apunto de cumplir veinticuatro años y no me he dado cuenta; el tiempo ha pasado tan de prisa que no he sido capaz de nada. Recostándose en la cama cerró los ojos y trajo así recuerdos de toda su vida, de pronto los abre y en su espanto dijo: No sé si cumpliré muchos años más pero los que ya he vivido tengo que marcarlos de alguna manera tal vez para siempre; no por los malos momentos que son muchos, mas bien por todo lo que he aprendido de ellos, como el tener paz, amor por los demás, alegrías, guardar silencio, pero sobre todo he aprendido a manejar la soledad. Y creo que a llegado el momento de ser yo, pues son tantos años de silencio, de torturas y de amargas sonrisas, que ahora quiero comenzar una nueva vida. Corrió a su escritorio y empieza a escribir a toda prisa, como aquél que redacta una carta de presentación y susurra: No quiero llenar estas páginas de lágrimas, mucho menos de sonrisas, sólo quiero contar una verdad sobre una vivencia humana; no podré escribir profuso de mis antepasados, no hay cuantiosa información de ellos pero sí les contaré un poco de hace cien años atrás. Para empezar les hablaré de mis bisabuelos ya que cuando murieron yo era muy pequeño y no tuve la oportunidad de compartir tiempo con ellos. Lo poco que sé, me enteré por medio de mi madre quien se crió con mi bisabuela. Pues su madre murió cuando ella era una niña de tres años aproximadamente. Mi madre no tuvo mucha información de la muerte de su madre. Pero mirando las circunstancias terribles de aquel tiempo, pienso que fue una de las razones de su muerte y por si faltaba más, su esposo la abandonó dejándola embarazada de mamá y no se supo nada de él. Así fue como la enfermedad cobró terreno en su vida, hasta el punto de no poderse curar y dejó a sus hijos al cuidado de mi bisabuela y a la voluntad de Dios. Recuerdo cuando mi madre me llevaba con ella a visitar a mi bisabuela, y con qué amor mamita nos recibía a mamá y a mí. A pesar de la pobreza de esos tiempos, supo proveerle a mi madre de unos cuantos años de estudio por lo menos hasta que ella aprendiera a leer y escribir lo suficiente. Lo que nunca le faltó a mi madre fue amor, de eso que no quede la menor duda. Aunque el carácter de la abuela mostrara todo lo contrario, era una mujer derecha de muy pocas palabras. Si ella decía sí, era sí, pero si decía no, era no, nada más, no había lugar a treguas. Era una mujer muy bella a pesar de sus años, tenía una figura firme, cuerpo delgado, piel morena y ojos apestañados, en pocas palabras era una mujer hermosa. A pesar de su dureza era muy amorosa conmigo, me quería mucho. A mi me gustaba quedarme dormido en sus brazos; allí me sentía seguro como si estuviera en los de mi madre. En el momento de su muerte fue muy difícil sobre todo para mí, quien era uno de los más pequeños que mi madre llevaba consigo. Yo tuve la oportunidad de estar a su lado en el momento de su muerte. En ese entonces, mi madre había viajado a la ciudad de Batres, en donde se encontraba la abuela. Ciudad ubicada al oriente del departamento de Usulutan. En esos mismos días le avisaron a mi padre de la muerte de un amigo suyo que se hallaba en los Estados Unidos y estaban en el proceso de extradición a su tierra natal El Salvador, por lo tanto, eso implicaba que mi madre tenía que estar la mayor parte de tiempo sola. Este señor ocupaba una parte muy importante para mi padre, ya que era él quien lo esperaría en su tan ansiado viaje a Estados Unidos y con la desgracia sucedida todo quedaba cancelado. En tal momento crucial de mi vida a mis cortos ocho o nueve años, me era muy difícil ver el sufrimiento de mi madre, a pesar de mi edad, el dolor me tocaba en lo más profundo de mi corazón, mientras miraba a mi abuela como la llamaba yo, con los ojos cerrados trataba de entender lo que estaba pasando sin poderlo asimilar, me llegaban muchos recuerdos de ella a mi mente de cuando le visitaba con mi madre. Una de las tantas veces que la visitamos, ella no tenía nada para darnos de comer y lo que hizo fue cocinar unos huevos de gallina para alimentarnos. A pesar que todos lloraban la irreparable pérdida, recuerdo que sonreí al recordar la gran sorpresa que me había llevado con la comida. La abuela sancochó unos huevos y les abrió la punta y los colocó en una libra de sal para que no se fuera a caer. Después, coloco las tortillas al otro lado. Cuando yo miré eso, puse una cara de susto que no podía con ella, por mi mente pasaban distintas formas de como alimentarme con todo aquello que estaba frente a mis ojos, pero, ninguna me parecía la más apropiada y por lo tanto no me atrevía a tocar nada, pensando que me tenía que comer todo la sal. Cuando mi madre se dio cuenta de lo que pasaba, no dudo en acercarse a mí y mostrarme lo que tenía que hacer para ganarle la batalla a la terrible odisea que se me había presentado.