Así pues di el primer gran paso, crucé la frontera, ahora tendría que llegar a la capital. Cuando llegué fuí a la casa de Don Beto, quien también era paisano y conocido, como un hombre recto de principios, para entregarle la carta de mi suegra, al enterarse de mi situación, por medio de la carta me dijo, que no tuviera pena, porque él me ayudaría en todo lo que pudiera hacer por mí.
Yo iba con la intención de estar en El Salvador solo por horas, pues no tenía ni un centavo, para ir a un hotel, porque al salir de mi patria querida, no llevé conmigo ni un centavo así pues, que iba con solo la ropa que llevaba puesta, pero claro lo principal era que ya había salido y con vida, ya que, esto era lo más importante, pues mientras haya vida y libertad y principalmente fe en Dios, hay esperanza. Don Beto me dijo que mejor me quedara en su casa, así podía salir más descansado, hacia el hermano país de Honduras, para el cual también tenía que sacar una visa, es aquí en dónde este buen amigo, Don Beto, se portó, conmigo muy fino y amable, pues él fue al consulado por mí, para conseguirme la visa, a Dios gracias el consulado estampó la visa en mi pasaporte, y esa noche la segunda que pasaba en su casa, el me obsequió un reloj de oro, una pieza muy fina y antigua, una pequeña valijita. Cuando yo me fuí de su casa me fuí muy agradecido, de él y su esposa Nayita, pues los dos me trataron muy amablemente.
La mañana siguiente, salí rumbo a Honduras, al llegar a la frontera había que pasar a chequear la salida de El Salvador.
Le entregué mi pasaporte al empleado de migración de El Salvador, para que sellara la salida en mi pasaporte.
Éste me argumentó que yo no tenía sello de entrada a El Salvador.
Yo le explique, que la razón era, porque yo había venido únicamente como espectador del partido de fútbol.
El oficial de migración de El Salvador, frontera con Guatemala, nos había dicho a un grupo, que si íbamos al juego, que pasáramos, porque no necesitábamos ningún sello.
Pero ahora yo voy a Honduras, por invitación de unos amigos hondureños, que me había encontrado en el partido, por eso había sacado la visa para entrar a Honduras en El Salvador.
Le dije al empleado de migración si hay algún problema, yo me puedo regresar.
Después de escucharme él respondió, que tenía que llamar por teléfono al jefe de Migración, que estaba en la capital de El Salvador, entonces este marcó, pero la lía sonaba ocupada, me dijo que tenía que esperar. Mientras tanto yo me salí de la oficina y caminé hacia una pequeña tienda que esta cerca, me detuve a observar el terreno, pensando que si no me dejaban pasar, trataría de regresar y pasarme de noche, por el río.
Después de algunos minutos, regresé a la oficina de migración, para ver si ya se podía probar otra vez, cuando entre el empleado, llamó nuevamente a su jefe, este le hizo preguntas acerca de mi persona, y le pidió hablar conmigo, yo le pedí nuevamente a Dios y tomé el teléfono.