Encontrando el balance ante el peligro
El balance ante el entablamento de un ataque no puede ir de acuerdo a las estadísticas comunes y corrientes.
Tampoco puede ni debe ir de acuerdo al sentido común o a la lógica ni a los parámetros de la ética conductual o creencia teológica.
El sentido común utilícelo en su trabajo; las estadísticas, frente al profesor de matemáticas; la lógica guárdela para cuando converse con un racionalista; la ética úsela con sus familiares, amigos y vecinos; y la teología cuando vaya a la iglesia el domingo.
Pero aquí estamos hablando de un enfrentamiento de vida o muerte y lo peor o mejor de todo, es que es la vida suya y la de sus familiares que está en juego.
Por ejemplo, si usted y un acompañante son sorprendidos por una banda de cinco ladrones, lo común es aseverar que tanto usted como su amigo están en desventaja.
Aunque numéricamente hablando si lo están porque son cinco contra dos, no necesariamente ello implica que ustedes dos ya perdieron.
Si usted posee un revólver Smith & Wesson con seis tiros, puede eliminar a todos sus adversarios y aun le sobra una bala de ganancia.
Un disparo por cabeza.
Mejor si usted tiene una pistola cuya tolva tenga más de diez tiros.
Recuerde esta norma: un disparo por cabeza; --al decir cabeza me refiero al individuo; no necesariamente un disparo en la cabeza.
Cuando usted dispare contra otra persona, el sitio ideal es en medio del pecho y a la altura entre los dos pezones --, de esta forma hasta podrá ahorrar municiones porque la guerra no la gana quien haya disparado más balas sino quien haya eliminado más adversarios y esta es una ley aplicable no sólo para el frente de batalla sino en el terreno de lo personal donde usted deba defenderse de los bandidos facinerosos. Nunca dispare a nadie por la espalda.
Ya sé que de inmediato van a saltar todos los neófitos “cuernos verdes” con sus argumentos inconscientes diciendo que también los ladrones están armados hasta los dientes con ametralladoras y fusiles automáticos.
Bueno, dejemos a los pesimistas por su lado pesimista, usted continúe conmigo en el proceso de esto que nos es común.
No gana quien posee más armas; gana quien mejor sepa y pueda utilizarlas.
No pierde el más flaco; dilapida el débil.
No indispensablemente la víctima debe morir y el atacante deba ir a celebrar el triunfo de su victoria a su guarida.
Muere quien se deja matar y en este caso, morirá todo aquel que salga a las calles con una mentalidad dubitativa y tambaleante anegada de temores e inseguridades.
La objetividad en el análisis de un asalto
Aunque en este caso de los asaltos es impredecible poder indicar cuántos maleantes vayan a venir en su contra o qué métodos han de utilizar en la ejecución de su fechoría, hay muchas maneras para mantener un análisis genérico del asunto.
Primero usted no escoge quién ha de ser su asaltante de turno, eso es algo que ni en los cuentos de hadas existe.
Segundo usted desconoce el método de ataque.
Tercero usted no sabe cuándo va a ser atacado.
Por lo tanto le corresponde prepararse con todo el arsenal de conocimiento, entrenamiento y armas que le sea posible tener a su disposición.
Así que sin poseer inteligencia acerca del quién, cómo o cuándo, su mejor alternativa es encontrarse bien preparado para cualquier evento que pueda ocurrir a cualquier hora de cualquier manera.
Se sabe que usted es la víctima.
Lo que los chicos malos no saben es cuán preparado usted se encuentra para hacerles frente.
Esta es su mejor arma.
Ellos darán por sentado que se trata de alguien inofensivo que no pondrá resistencia ante las primeras señales de amenaza.
Ellos creerán que usted es otra boba oveja mansa de la manada.
Lo que ellos no saben es cuán bien preparado usted está para hacerles frente.
Pero ¿Cuánto es necesario prepararse para hacer frente a un ladrón o a una banda de ellos? Como estas preguntas no pueden responderse dada la naturaleza del caso, entonces la recomendación a seguir acá es que usted debe estar preparado para lo peor porque lo mejor no existe en el campo de batalla.
Medidas específicas
Existen casos en donde es posible predecir cuál será la estrategia a seguir por parte de los mafiosos.
Por ejemplo, considere usted el caso de una extorción a un comerciante.
Todos los días lo malvados se aproximan para cobrar el “impuesto de protección” que no es otra cosa sino robo continuo y descarado a plena luz del día.
Ellos saben que la víctima ha venido pagando fielmente por temor a que su negocio sea destrozado.
Todos los días el tributo al crimen es retraído.
Qué tal si este trabajador que tanto le cuesta ganar el dinero con el sudor de su frente decide declararles la guerra.
Esta será un decisión en la que han de estar involucrados ciento por ciento los miembros de la familia afectada así mismo como otros familiares y amigos para lograr un contingente de defensa y ataque que sea superior al de los extorsionistas.
Pueden principiar por apresar a los cobradores de este tipo de “impuestos”.
Estos proveerán abundante información e inteligencia acerca del resto de la pandilla a la que pertenecen.
En base a tal información, se trazará la estrategia y logística a seguir.
Una buena alternativa será privar de la libertad a todo aquel que llegue solicitando dinero a manera de extorsión.
Al ver los compinches que sus compañeros de crimen no se aparecen por el mapa, enviarán a otros y así sucesivamente.
Si amigo lector, esto es declarar la guerra a aquellos que ya se la han declarado contra usted.
Por defender sus derechos, pertenencias y familia, usted tiene el sagrado deber delante de Dios y de la sociedad de actuar en defensa propia aunque ello implique que mucha sangre deba ser derramada.
Como es el caso en una operación quirúrgica: sangre tiene que correr efusivamente, por el bien del paciente mismo. Y en algunos casos, es indispensable la amputación de una extremidad con el propósito específico de salvar la vida.
Así que, sangre derramada o miembros amputados, o casualidades de guerra son indispensables y necesarios para la preservación de la salud y la vida.
Aplique esta metáfora a la realidad de la lucha en contra de la violencia y se dará cuenta que la razón me acompaña aunque el proceso sea en extremo doloroso y difícil de digerir.
El asunto es que si usted se queda de manos cruzadas, simplemente en esencia les estará brindando una suave alfombra roja para que los malvados continúen realizando sus actos criminales en contra de la ley de Dios y de la sociedad.